Debo confesar, en primer lugar, que siempre he mirado un poco los productos de Apple como gallina que mira sal. Probablemente se debe, paradójicamente a mi formación de ingeniero. Los gadgets inventados por la empresa de Steven Jobs siempre me han parecido artículos diseñados para señoritas como las Khardashians o Paris Hilton. Son cajitas muy “fancy” hechas para mentes sin mucha competencia para la exploración o la aventura. Son adminículos cerrados, creados para funcionar perfectamente y con asombrosa sencillez, pero tan cuadrados que no permiten ser deformados ni a martillazos. En otras palabras, son cajitas bellas que se asemejan más a prendas que a utensilios electrónicos y por lo tanto tienen que tener costos proporcionales a esa imagen, para nada “kitsch”, de artículos creados para vecinos de Beverly Hill o de Hong Kong Central. O como para sifrinos, pues, como decimos en Caracas. Pero siempre sucede lo inevitable. Sofía es una señorita de dieciséis años que recibe el...
Impresiones de un madrigal