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Mostrando entradas de enero, 2016

Carta a Augusto

Querido Augusto: Un día como hoy, hace dieciocho años andaba yo todo nervioso por los pasillos de la Clínica Avila. Los periódicos de ese día reseñaban la primera visita de un Papa a la Cuba de Fidel, mientras en Venezuela, todo parecía que las elecciones presidenciales de diciembre serían ganadas por Irene Saez, antigua alcaldesa de Chacao, aunque un teniente coronel golpista comenzaba a repuntar violentamente en las encuestas. Tu no terminabas de salir del vientre de tu madre, quien acusaba algo de disminución del líquido amniótico, por lo que el Dr. Lerner, el obstetra, recomendaba practicar una cesárea; operación que yo presencié hasta que casi me desmayo cuando del vientre salió una masa sanguinolenta que envolvía un cuerpecito oscuro, casi morado (tenías mucho líquido en tus pulmones). Yo entonces pensé que serías morenito. Empezamos a dialogar “person to person” aquel día, en que en un carrito de compras en un Walmart de Misissipi (íbamos con tu mamá de viaje a

Hay que cambiar al chofer?

Confieso pertenecer al minúsculo grupo de ingenuos que cree firmemente que Hugo Chavez nos metió en este berenjenal inspirado en auténticas ideas de redención social. Pero que su utopía fue producto de un muy limitado modelo del universo que se convirtió en un pasticho político de corte extremista, cocinado hábilmente por los ancianos clérigos cubanos. Es decir, me niego a pensar que era un “bicho malo” nacido de los infiernos para convertirse en villano de comiquita y destruir el planeta para alimentar su gran ego. Lo que si es cierto es que de no nacer Hugo Chavez, probablemente otros serían los atolladeros, pero nunca una carrera tan alucinantemente absurda como la que está conduciendo el chofer de autobús que dejó a cargo del coroto cuando el destino le torció los planes. Ese nuevo chofer, ungido de una enorme torpeza, no tiene la menor idea de adonde va y lo que es peor, parece que va con todas las ventanas tapadas, incluyendo el parabrisas. Y en su errático derro