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Mostrando entradas de 2018

Los laberintos de la mente (o un breve pero verídico thriller psicológico)

Salgo con la camioneta este soleado pero frio sábado y me detengo a aprovisionar gasolina. El bombero que me atiende me advierte, “no está la tapa de la gasolina”. Reflexiono y le digo “esta camioneta no tiene tapa” y repaso mentalmente “la tapa es la misma portezuela de la carrocería la que cubre la boca del tanque, …que tipo torpe !” El dependiente vuelve a insistir “recuerde que le robaron la tapa, cualquiera puede abrir y echarle una vaina..” Su insistencia me hace reflexionar y me digo a mi mismo “pero es que nadie puede abrir la portezuela desde afuera sin que yo accione la palanca que la abre, desde aquí adentro..” Enfilo en dirección oeste por la Avenida Rómulo Gallegos, pero mi mente sigue enganchada en el incidente de la bendita tapa. Me pongo a pensar y repaso mentalmente, “para que el bombero pueda abrir la portezuela, primero tengo que accionar la palanca aquí adentro”. Mi cerebro comienza a nublarse “ya va..pero ¿cual palanca..?” Comienzo a escudriñar el tab

La siembra de la cizaña

La división es un instrumento de guerra y la dictadura venezolana, absolutamente ineficiente en el manejo doméstico, ha resultado brillante en su propósito de atomizar a las fuerzas opositoras. Pero para ello cuenta con un cómplice inaudito que probablemente tiene que ver con nuestra idiosincrasia caribeña: la incapacidad de la mayoría de nuestros lentes de ver la vida en tonos de grises. Es así como, de la noche a la mañana, grandes héroes políticos, que hasta hace poco levantaban lágrimas de emoción por su arrojo ante las perversidades del régimen, se convierten en villanos despreciables, ratas peludas vendidas por cuatro lochas a la narcodictaduracastrocomunista , traicionando el arrojo de todo un pueblo que alguna vez creyó en ellos. Los estrategas del régimen conocen bien esta debilidad cultural y la explotan al máximo mediante la siembra de la cizaña, un arma extraordinaria por su excelente relación costo – beneficio. ¿Es esta realmente una característica cultur

El azar y la necesidad

Habían transcurrido dos años de la catastrófica operación de columna que me conminó al ostracismo de una pesada carcasa de yeso, por lo que había pasado buena parte de esos diez meses de recuperación viendo hacia el techo. Era el año 1970. Yo era estudiante de cuarto año de bachillerato del liceo Andres Eloy Blanco de Catia. Vivía solo en un apartamento en Casalta, para entonces un sector de clase media baja. Mis padres se habían mudado a San Fernando de Apure, cuyo ambiente me asfixió e impulsó mi prematura independencia. Yo compraba “El Nacional” todos los días, pero ansiaba su lectura especialmente los domingos. Eran los tiempos de las comiquitas en colores de Pepita y Lorenzo, Mandrake el Mago y Popeye el Marino. A mediodía, mientras almorzaba, solía ver “El show de Renny” en un televisor cuya imagen saltaba frecuentemente, por lo que había que golpearlo por un costado para restituir las formas coherentes en blanco y negro. Una de mis grandes diversiones, los sábados, era

"El Tigre" y el dilema de la conciencia

Es sorprendente encontrar todavía espacios para el espectáculo no político en una ciudad agobiada por el secuestro totalitario, como lo es la Caracas de principios de 2018. Este sábado, Sofía y yo fuimos al teatro a ver “Terror”, una espeluznante obra interactiva, que está teniendo una enorme resonancia a nivel mundial. “Terror” nos plantea el complejo dilema ético de determinar la culpabilidad de un piloto alemán que en el año 2006 y contraviniendo órdenes superiores, decide derribar un avión de Lufthansa con 164 pasajeros a bordo, que había sido secuestrado por terroristas musulmanes. El avión se estrellaría deliberadamente contra un estadio en Munich con 70.000 espectadores. Más allá de los aspectos meramente jurídicos (el autor de la obra no es un dramaturgo, sino un renombrado abogado alemán) la temática del espectáculo propone a los espectadores como miembros del jurado, quienes se obligan a un agobiante ejercicio con sus conciencias ante los brillantes argumentos de las part

¿Venezuela no es Cuba?

Acabo de terminar “Persona Non Grata”, un libro escrito por el chileno Jorge Edward, que narra sus terribles desventuras en Cuba, cuando, como representante del gobierno socialista de Salvador Allende, trató de abrir la primera embajada latinoamericana después la expulsión de la isla de la OEA. Ya en ese momento su gran amigo, Pablo Neruda, comunista hasta su muerte, se había distanciado del régimen personalista de Fidel Castro. Esta es la copa, tómala, Fidel Está llena de tantas esperanzas Que al beberla sabrás que tu victoria Es como el viejo vino de mi patria: No lo hace un hombre sino muchos hombres Y no una uva sino muchas plantas: No es una gota sino muchos ríos: No es un capitán  sino muchas batallas… Desde su llegada a La Habana, Edwards fue intimidado por el ya formidable aparato policial cubano, quien vio con malos ojos su amistad con intelectuales locales quienes ya en ese momento tenían una posición crítica hacia los fracasos de la revolu