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El Zamuro y el cumpleaños

 El zamuro y el cumpleaños Hoy, a pesar de cumplir un año más sobre la faz de la tierra, me levanté muy temprano a hacer café.  En la ventana de la jardinera me sorprendió un oscuro Zamuro (zopilote) parado en la baranda; de esos que se ha vuelto común en la fauna caraqueña. Pero al contrario de lo que usualmente sucede, el carroñero de la ventana no se inmutó ante mi presencia y por el contrario se quedó mirándome con ojos inquisidores. El episodio no hubiera cobrado importancia a no ser por lo que sucedió horas después, luego de mi frugal almuerzo. Una llamada desde un número desconocido interrumpió mi siesta habitual.  "Hablo con el Sr. Alejandro Lezama"? Preguntó una voz femenina. Al reconocer mi nombre y segundo apellido respondí, "si,. dígame, ¿en que puedo ayudarle?" "Queremos desde Seguros Cataplum (realmente no recuerdo el nombre) desearle un feliz cumpleaños y ofrecerle una póliza de servicios médicos domiciliarios y funerarios" Coño! pensé. La v
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Viaje a la tierra de los piaroa

 "Un bongo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen derecha". Así comienza Doña Barbara, la novela, y así comienza nuestro viaje por las tierras amazónicas de los piaroa. El bongo es la embarcación típica de los grandes ríos venezolanos. Es una gran canoa techada con "fueraborda", manejado por un capitán y, en nuestro caso, dos pilotos auxiliares en la proa dotados de canaletes para esquivar los raudales y bancos de arena que emergen cuando las aguas están bajas. Un teniente de la guardia nacional, ataviado de "Rango" nos advierte en el puerto de Samariapo, con infundado dramatismo, sobre los peligros que enfrentaremos en los próximos días: malaria, tigres, tarántulas, serpientes y de todos los demás espíritus malignos de la selva amazónica. Las aguas turbias del padre Orinoco evitan mezclarse con las corrientes oscuras del río Sipapo cuando se encuentran al sur de la Isla Ratón. El Sipapo se adentra en la selva como una gran anaconda. L

LA ALCANCIA

Esta es la historia de un amigo que, precozmente, a los 7 años decidió ir guardando todos sus recuerdos memorables en una alcancía. Como testigo de excepción, yo solo me limitaré a narrar algunos episodios de esa aventura, sin atreverme a juzgar las consecuencias de tan peculiar empresa. Era una alcancía como cualquiera, de barro crudo y en forma de marrano, pero lo suficientemente grande para acumular recuerdos hasta que su memoria comenzara a fallar. En ese momento (según rezaba el documento redactado a tal efecto), el cochinito de cerámica sería astillado en mil pedazos, pues al fin los cochinos, por más bonitos que sean, siempre resultan destruidos por el hombre para su usufructo mundano cuando el apuro aprieta. Hay que decir en este punto que nuestro amigo había ideado este plan no para si (pues para que serviría desempolvar recuerdos si tu memoria ya no podría recordarlos). Era más bien una forma de evitar que los recuerdos se perdieran para siempre al fin del trayecto.

Los venezolanos no somos suizos

Esa tarde, un amigo de Sofía nos había invitado a un refrigerio en su apartamento de Ginebra. Yo debía volar esa noche a Lisboa, ya de regreso a Venezuela. Después de un refrescante Aperot y una suculentas pizzas caseras, decidí que era hora de agradecer la deferencia y enrumbarme al aeropuerto que por cierto, está ubicado en la línea fronteriza con Francia.  Sofia me acompaña a la parada de bus No. 6, que según ella, me llevaría directo al terminal aéreo y paga con su pase electrónico.  Subo con mi "carry on" y me despido con la emoción que dejan diez  inolvidables días de reencuentro familiar. En este punto debo contar que la línea telefónica que había comprado en Portugal funciona perfectamente en toda Europa, menos en Suiza que, al no pertenecer a la Unión Europea, es una verdadera singularidad, pues tampoco acepta el euro como moneda. Al subir al bus, me percato que además, me había quedado sin un solo franco suizo, un detalle menor pues estoy a punto de abandonar el paí

El Portugal que yo vi

 A principio de los sesenta, mis padres dirigían una institución educativa ubicada en San Bernardino, que para este entonces era una tranquila urbanización caraqueña. Estando yo pequeño, llegaron como conserjes una pareja de portugueses bastante desaliñada y francamente maloliente. Es muy posible que la convivencia con esa pareja de inmigrantes haya distorsionado por mucho tiempo mi noción de Portugal como país. Total, era yo un carajito incapaz de tamizar las generalizaciones, y quizás Portugal era en realidad ese entonces un país muy pobre. En efecto, de ese país provino una gran oleada de trabajadores dispuestos a doblar el lomo por esta nueva tierra y aportar con su esfuerzo nuevos íconos al paisaje venezolano. Alimentado por esos paradigmas, mis primeras visitas al viejo continente siempre pasaron por encima del pequeño país ibérico, a quien veía con la apreciación sesgada que hoy pudiera aplicarse a un país como Albania o Moldavia. Pero resulta que a mediados de los años sete

La incertidumbre de la séptima década

En "Tlön, Uqbar, Orbis, Tertus", Borges extrae un frase que siempre me ha parecido perturbadora: "Los espejos como el semen son abominables porque multiplican la presencia de los hombres" Yo creo que lo abominable de la presencia del hombre reside precisamente en la incertidumbre de su presencia.  Desde tiempos ya arcaicos decidí sustituir esa estéril incertidumbre por una filosofía bastante más pueril: nuestro único deber es disfrutar lo efímero. A eso he dedicado gran parte de mis esfuerzos como transeúnte en este planeta. Por ejemplo,  A esta edad he aprendido que uno de los alcances más loables de cualquier ser humano es la habilidad de reírse de sí mismo; sin inhibiciones y con el corazón abierto  cuando logramos la proeza de hacer el idículo sin proponernos. Sospecho que en ese momento, todo el intangible tiempo de tu pasado, aquel que privadamente configura tu yo interior, establece una coraza que inhibe, con desparpajo, las preocupaciones por las opiniones f

Entropia y Subdesarrollo

 He estado parte del día tratando de restaurar el orden en casa después de algunos estragos que produjo la tormenta al hallar abiertas las ventanas, por descuido mío.  Pasamos buena parte de nuestros días tratando de controlar la tendencia natural al desorden: lavando los platos, recogiendo la ropa, sacudiendo el polvo, organizando papeles.  Con el descubrimiento de la termodinámica, se comprobó que el caos es una tendencia espontánea en el universo y a esa característica le dimos un lindo nombre: ENTROPIA. Yo he estado pensando en el papel de la entropia en nuestras vidas y en la evolución de las sociedades modernas y creo ver un paralelismo entre el control de la entropia y el denominado desarrollo social. Me explico: las sociedades más desarrolladas de hoy en día parecen ser las que mejor dominio de la entropia tienen. Los gobiernos fallidos imperan en las sociedades más caóticas. Son incapaces de controlar el desorden social, la delincuencia, la corrupción, los servicios públicos.