El zamuro y el cumpleaños
Hoy, a pesar de cumplir un año más sobre la faz de la tierra, me levanté muy temprano a hacer café.
En la ventana de la jardinera me sorprendió un oscuro Zamuro (zopilote) parado en la baranda; de esos que se ha vuelto común en la fauna caraqueña. Pero al contrario de lo que usualmente sucede, el carroñero de la ventana no se inmutó ante mi presencia y por el contrario se quedó mirándome con ojos inquisidores.
El episodio no hubiera cobrado importancia a no ser por lo que sucedió horas después, luego de mi frugal almuerzo. Una llamada desde un número desconocido interrumpió mi siesta habitual.
"Hablo con el Sr. Alejandro Lezama"?
Preguntó una voz femenina. Al reconocer mi nombre y segundo apellido respondí, "si,. dígame, ¿en que puedo ayudarle?"
"Queremos desde Seguros Cataplum (realmente no recuerdo el nombre) desearle un feliz cumpleaños y ofrecerle una póliza de servicios médicos domiciliarios y funerarios"
Coño! pensé. La vaina como que va en serio. Seguidamente corrí hacia el espejo del pasillo contiguo para escrutar mi reflejo.
Mi imagen parecía ser la de siempre (bueno, al menos la de los últimos meses), la de un viejo entrando en la ancianidad, con la columna esguañingada, pero todavía en pie, algo lejos de ser apetecible para un zamuro o una funeraria.
Mire señorita..., le dije a la vendedora del seguro. Apenas yo estire la pata solo quiero que me envíen directamente al crematorio y no creo que eso amerite una póliza. Nada de velones, coronas o crucifijos pavosos y menos viejitas con un rosario en la mano que se acerquen morbosamente para decir "Ay, pero quedó igualito...!" o, "Vuela alto, Madrigal!"
A mi, más bien, siempre me ha parecido interesante la costumbre yanomami de mezclar las cenizas de sus difuntos con carato de plátano y beber la mezcla en su recuerdo, en ceremonias conmemorativas.
Pero no voy a solicitar un rito como ese, pues se que mis cenizas resultarían un tanto amargas.
En su lugar, me gustaría que sembraran en mi montaña un árbol frutal y lo abonaran con mis restos calcinados.
Unos años después, los que aún me recuerden, podrían tomarse a mi salud (bueno, más bien a mi ausencia) un juguito que sin duda, tendría alguna esencia de lo que fui. Imagino que sería un jugo de mango o limón, aderezado (porque no) con vodka o ron blanco.
Aunque pensándolo bien, el mango es como demasiado dulce. Creo que el limón por su acidez es más representativo.
6 de mayo de 2024
Excelente reflexion, en la mia que planten un arbol de tamarindo
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