Fué en esa
misma gaveta del diskette dónde redescubrí una vieja tarjeta postal enviada a
mi padre a finales de los 70 desde Minsk, la capital de la actual Belorus y en
ese entonces, parte del poderoso imperio soviético. Su única leyenda era:
"Aquí simplemente no hay nada...". Me imagino ahora lo que a mi padre
le pudo doler ese pedazo de cartulina.
Es que
Edwin Madrigal murió a los 92 años siendo un revolucionario de izquierda y
soñador idealista. Todavía recuerdo un enorme retrato que pintaba siendo yo un
niño muy pequeño que rompió cuando la entonces DIGEPOL (actual DISIP) irrumpió
en mi casa, llevándose presa a mi madre bajo el pretexto de tener la cédula de
identidad vencida. Era el retrato de Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la
historia, parido por la patria de Lenin. Eran los tiempos de Rómulo Betancourt
y la guerrilla castro comunista haciendo de la suyas. Teodoro Petkoff estaba
probablemente preso en el Cuartel San Carlos y Alí Rodriguez Araque comandaba
tropas de insurgentes en las montañas del Bachiller. La persecución hacia
cualquier sospechoso de comulgar con las ideas de Marx era implacable y
probablemente mi madre había sido acusada de algún pecado relacionado con las
tendencias ideológicas de Edwin Madrigal. Mi madre logró salir libre días
después gracias a la intervención de su coterránea Carmen Valverde, en ese
entonces primera dama de la República y a quien mis padres conocían muy bien,
de los tiempos en que Rómulo, exiliado en Costa Rica y activo comunista en esa
época, hizo contacto con mi abuelo Humberto. Pero ese es tema para otra historia…..
El hecho es
que esa destrucción del retrato de Gagarin marcó una especie de hito para mí.
La admiración inculcada por la patria de los bolcheviques me llevó a fraguar,
casi veinte años más tarde un insólito viaje por la Cortina de Hierro en busca
de verdades. Verdades que se desmoronaban dolorosamente a medida que me
adentraba en territorio soviético con mi carrito de tercera mano, un Fiat 127,
adquirido en Roma dos meses atrás. “Aquí simplemente no hay nada”, fue lo único
que atiné a escribir con dolor a mi padre desde Minsk, la primera ciudad
alcanzada, después de casi cuatrocientos kilómetros de recorrido, desde Brest,
en la frontera con Polonia.
Todo había
comenzado unos seis meses atrás cuando caminando por la via Torino de Roma, me
topé con una vitrina que atrajo mi atención a través una irresistible frase:
“Visitate la Unione Sovietica in Automobile”. Era la oficina del Inturist, la
agencia soviética de turismo. ¿Era realmente posible adentrarse en la
impenetrable Cortina de Hierro en automóvil? El hecho es que decidí asumir el
reto y tras cinco meses de intensos trámites con el Consulado soviético en
Roma, llegue a la desesperada conclusión que el anuncio era tan vacío como la
vitrina que lo antecedía. Decidí no rendirme y solicité una entrevista con el
cónsul ruso en la sede de la via Nomentana, quien me recibió en una oscura
oficina alfombrada de rojo, la cual era vigilada por la severa mirada de
Vladimir Ilich Lenin. – “No he recibido respuesta de Moscú sobre su caso”,
espetó. “Además, son trámites muy largos, así que deben esperar”. Salí de la
vetusta mansión del consulado volteando mi mirada hacia las calles empedradas y
sin ninguna esperanza de lograr mi objetivo, pues para ese entonces, la única
razón de mi presencia en Roma era la obtención de la tan anhelada visa que me
permitiría ingresar libremente al gigante comunista, con mis otros tres
compañeros recién reclutados. Sin embargo quedé completamente boquiabierto
cuando esa misma tarde recibimos una llamada del consulado anunciando que debíamos
recoger nuestros pasaportes, pues el viaje había sido autorizado!
Pronto
descubriríamos que nuestra idea de turistear libremente por la Union Soviética
de Leonid Breshnev era una mera utopía, pero el hecho es que tres semanas
después amanecíamos en la frontera soviético – polaca, después de atravesar con
nuestro Fiat de segunda mano, Yugoeslavia, Checoslovaquia, Austria, Hungría y
Polonia. Lo que aconteció en los días sucesivos forma parte de una de las
experiencias mas ricas de mi vida, pero será tema de una próxima entrega.
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