Era probablemente, mi octava visita a la Gran Sabana. En cada nuevo viaje me enfrento a mis mismos temores: encontrarme con una Gran Sabana intervenida, llena de facilidades impertinentes, de montañas de basura, de turistas con altoparlantes que vomitan reggaetón. Era enfrentarme a una Gran Sabana ajena a aquella primera e imborrable impresión de 1972 cuando en la Piedra de la Virgen, fuimos auxiliados por un payloader del ejército, para trepar por una carretera en plena construcción y que horas mas tarde, se abría infinita y primitiva para dejar en nuestros corazones emociones que permanecen intactas. Como la de una Santa Elena de Uairén de dos calles de tierra, con una única tienda, la tienda general del “El Gordito”, sin combustible y dónde acampamos esa noche en el patio de la misión capuchina, en la parte alta del pueblo. En esa ocasión, el legendario Padre Diego encendió por un rato la única planta eléctrica de la región y puso a funcionar un proyector casero d...
Impresiones de un madrigal