Para Augusto y Sofía:
Me gustaría que por unos instantes, piensen que ustedes forman parte de una colonia de bacterias que habita en el tracto digestivo de un joven delfín que a su vez mora en el Mar Caribe. Solo que esa colonia ha evolucionado en el tiempo y sus habitantes son bacterias inteligentes dotadas de autoconciencia y otras características propias de los humanos. En esa etapa temprana de su civilización, un grupo de investigación conformado por las baterías más eruditas se ha dado a la tarea de completar un modelo del mundo que les rodea. Para ello sólo cuentan con sus sentidos y con alguno que otro instrumento de medición que hayan podido confeccionar.
Ellas tienen plena conciencia que su supervivencia está determinada por nutrientes que llegan periódicamente desde un plano superior. Es una especie de inundación o gran océano providencial que constituye su universo mesurable. Allí está todo lo que necesitan para sobrevivir aunque hay períodos de sequía o turbulencia que causan grandes estragos en su hábitat. Sus ancestros siempre han achacado estos cambios de las condiciones ambientales a temperamentos divinos: sus dioses son los responsables de la abundancia pero también de los estragos cuando, por ejemplo, nuestro delfín sufre de indigestión ante el consumo de algún cangrejo en mal estado; pero ellos, por supuesto, ni se lo imaginan.
Su universo es eso: una sopa constante dónde habitan otros seres vivos de grandes dimensiones llamados protozoarios, moléculas diminutas, trozos enormes de insólitos elementos y diferentes colonias de otras especies de bacterias, algunas de ellas, verdaderamente belicosas. Es un universo inconmensurable. Fue creado por los dioses, padres de todas las bacterias, responsables de la existencia de todo cuanto les rodea, para bien y para mal.
Nuestro grupo de bacterias científicas, al cual ustedes pertenecen, intenta explicar cómo es el universo. Varios experimentos recientes han demostrado que éste no es un océano infinito, como siempre se había creído, sino que parece tener paredes a su alrededor. Esto ha creado un gran escándalo en la comunidad científica, la pregunta es obvia: ¿Qué hay más allá de ese enorme contenedor?
¿Será posible que nuestro grupo de bacterias logre comprender algún día el concepto de “estómago”, el concepto de “delfín”, el de “océano” el de “planeta”, sin ir más allá, para no complicar la cosa..?...¿De qué depende?
¿Se les parece esto un poco a lo que nosotros, los humanos intentamos hacer con nuestras sondas espaciales, nuestros modelos matemáticos y nuestros avanzados telescopios orbitales?
¿Serán los agujeros negros o los agujeros de gusano partes de “delfines” o de “océanos” que están mas allá de nuestra capacidad de observación o abstracción?
Me imagino que sólo pensar en esto les produce un poco de vértigo, pero la verdad es que, muy probablemente, este tipo de pensamientos han servido como combustible de cerebros intelectualmente avanzados como el de Albert Einstein o Stephen Hawkings para alcanzar logros civilizatorios impensables y tener un modelo cada vez más acertado, aún de nuestra realidad no observable.
A pesar que esta tendencia innata de tratar de entender el mundo que nos rodea ha estado presente en todas las civilizaciones humanas, con historias tan románticas como la de Adán y Eva, como el árbol de la vida de los pemones, el Popol Vuh de los Mayas, o como otros ensayos más racionales como la teoría de la Relatividad, o la física cuántica; pocos parecen ser los seres humanos a los que les preocupa el entorno más allá de sus narices.
En el plano más terrenal, son francamente escasas las personas que se interesan por trazar un modelo del mundo más allá de su barrio, su ciudad, su país. Los alemanes, pueblo amante de las palabrotas y la filosofía, tienen para esto un término: Weltanshauum o visión del mundo. No conozco otro idioma que incluya en una palabra este interesante y vital concepto.
Dicen que Schopenhauer, también alemán y filósofo, afirmó: “los hombres se parecen a esos relojes de cuerda que andan por allí sin saber por qué”
Siempre he creído que la curiosidad por tener un Weltanshauum particular nos lleva a ser individuos más críticos de las explicaciones dogmáticas y sobrenaturales, pero paradójicamente, más tolerantes con las realidades que no nos son familiares. El reflexionar sobre nuestro Universo como algo más allá de nuestro entorno de relaciones, de nuestro país, de nuestro planeta, nos obliga a tener mas amplitud de criterio al juzgar a los demás, a tener más y mejores datos a la hora de tomar decisiones acertadas. ¡Y vaya que es ahora cuando ustedes comienzan a enfrentarse con los enormes retos de acertar en sus decisiones de vida..!
Recientemente, leíamos en familia algunos pasajes del trillado pero interesante libro de Stephen Covey, “Los Siete hábitos de las personas altamente efectivas”. Siempre he detestado la autodenominada literatura de autoayuda y aunque esta obra pudiera estar rayando este concepto, no dejo de recodar el último pasaje que leímos en el que se nos invita a ser testigos de los discursos de amigos y familiares en nuestro propio funeral. Era un ejercicio orientado a presenciar cómo recordaban nuestros allegados nuestro paso por esta vida y se nos invitaba, en consecuencia a trazar una lista de aquellas acciones o arrojos por lo que fuimos reconocidos.
En lo que a mi respecta, me gustaría que alguien dijera algo así como: “hizo esfuerzos por comprender el mundo que le rodeaba”… eso me bastaría.
Ustedes, ¿Qué piensan?
Me gustaría que por unos instantes, piensen que ustedes forman parte de una colonia de bacterias que habita en el tracto digestivo de un joven delfín que a su vez mora en el Mar Caribe. Solo que esa colonia ha evolucionado en el tiempo y sus habitantes son bacterias inteligentes dotadas de autoconciencia y otras características propias de los humanos. En esa etapa temprana de su civilización, un grupo de investigación conformado por las baterías más eruditas se ha dado a la tarea de completar un modelo del mundo que les rodea. Para ello sólo cuentan con sus sentidos y con alguno que otro instrumento de medición que hayan podido confeccionar.
Ellas tienen plena conciencia que su supervivencia está determinada por nutrientes que llegan periódicamente desde un plano superior. Es una especie de inundación o gran océano providencial que constituye su universo mesurable. Allí está todo lo que necesitan para sobrevivir aunque hay períodos de sequía o turbulencia que causan grandes estragos en su hábitat. Sus ancestros siempre han achacado estos cambios de las condiciones ambientales a temperamentos divinos: sus dioses son los responsables de la abundancia pero también de los estragos cuando, por ejemplo, nuestro delfín sufre de indigestión ante el consumo de algún cangrejo en mal estado; pero ellos, por supuesto, ni se lo imaginan.
Su universo es eso: una sopa constante dónde habitan otros seres vivos de grandes dimensiones llamados protozoarios, moléculas diminutas, trozos enormes de insólitos elementos y diferentes colonias de otras especies de bacterias, algunas de ellas, verdaderamente belicosas. Es un universo inconmensurable. Fue creado por los dioses, padres de todas las bacterias, responsables de la existencia de todo cuanto les rodea, para bien y para mal.
Nuestro grupo de bacterias científicas, al cual ustedes pertenecen, intenta explicar cómo es el universo. Varios experimentos recientes han demostrado que éste no es un océano infinito, como siempre se había creído, sino que parece tener paredes a su alrededor. Esto ha creado un gran escándalo en la comunidad científica, la pregunta es obvia: ¿Qué hay más allá de ese enorme contenedor?
¿Será posible que nuestro grupo de bacterias logre comprender algún día el concepto de “estómago”, el concepto de “delfín”, el de “océano” el de “planeta”, sin ir más allá, para no complicar la cosa..?...¿De qué depende?
¿Se les parece esto un poco a lo que nosotros, los humanos intentamos hacer con nuestras sondas espaciales, nuestros modelos matemáticos y nuestros avanzados telescopios orbitales?
¿Serán los agujeros negros o los agujeros de gusano partes de “delfines” o de “océanos” que están mas allá de nuestra capacidad de observación o abstracción?
Me imagino que sólo pensar en esto les produce un poco de vértigo, pero la verdad es que, muy probablemente, este tipo de pensamientos han servido como combustible de cerebros intelectualmente avanzados como el de Albert Einstein o Stephen Hawkings para alcanzar logros civilizatorios impensables y tener un modelo cada vez más acertado, aún de nuestra realidad no observable.
A pesar que esta tendencia innata de tratar de entender el mundo que nos rodea ha estado presente en todas las civilizaciones humanas, con historias tan románticas como la de Adán y Eva, como el árbol de la vida de los pemones, el Popol Vuh de los Mayas, o como otros ensayos más racionales como la teoría de la Relatividad, o la física cuántica; pocos parecen ser los seres humanos a los que les preocupa el entorno más allá de sus narices.
En el plano más terrenal, son francamente escasas las personas que se interesan por trazar un modelo del mundo más allá de su barrio, su ciudad, su país. Los alemanes, pueblo amante de las palabrotas y la filosofía, tienen para esto un término: Weltanshauum o visión del mundo. No conozco otro idioma que incluya en una palabra este interesante y vital concepto.
Dicen que Schopenhauer, también alemán y filósofo, afirmó: “los hombres se parecen a esos relojes de cuerda que andan por allí sin saber por qué”
Siempre he creído que la curiosidad por tener un Weltanshauum particular nos lleva a ser individuos más críticos de las explicaciones dogmáticas y sobrenaturales, pero paradójicamente, más tolerantes con las realidades que no nos son familiares. El reflexionar sobre nuestro Universo como algo más allá de nuestro entorno de relaciones, de nuestro país, de nuestro planeta, nos obliga a tener mas amplitud de criterio al juzgar a los demás, a tener más y mejores datos a la hora de tomar decisiones acertadas. ¡Y vaya que es ahora cuando ustedes comienzan a enfrentarse con los enormes retos de acertar en sus decisiones de vida..!
Recientemente, leíamos en familia algunos pasajes del trillado pero interesante libro de Stephen Covey, “Los Siete hábitos de las personas altamente efectivas”. Siempre he detestado la autodenominada literatura de autoayuda y aunque esta obra pudiera estar rayando este concepto, no dejo de recodar el último pasaje que leímos en el que se nos invita a ser testigos de los discursos de amigos y familiares en nuestro propio funeral. Era un ejercicio orientado a presenciar cómo recordaban nuestros allegados nuestro paso por esta vida y se nos invitaba, en consecuencia a trazar una lista de aquellas acciones o arrojos por lo que fuimos reconocidos.
En lo que a mi respecta, me gustaría que alguien dijera algo así como: “hizo esfuerzos por comprender el mundo que le rodeaba”… eso me bastaría.
Ustedes, ¿Qué piensan?
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