Hace 3505 años (en 1492 ac) la reina Hatshepsut de Egipto (la primera faraona de la historia) organizó una expedición al mítico reino de Punt ubicado en algún lugar no precisado del sur del continente africano. Esta odisea regresó con tesoros invalorables para la época: incienso y mirra (nunca terminaré de comprender la fascinación antigua con estos dos productos), oro, pieles de animales exóticos y animales vivos como monos y leopardos. Hatshepsut hizo plantar árboles de mirra en los jardines de su templo de Deir el-Bahri en el famoso Valle de los Muertos, frente al actual Luxor. Aún hoy día se aprecian los restos de estos famosos jardines sumergidos en las calcinantes arenas de este inhóspito lugar dónde obreros nativos ataviados con sus tradicionales chilabas y turbantes profanan sin sudar las moradas eternas en busca de nuevas sorpresas del pasado. Es este el escenario dónde hace noventa años se descubrió el dorado sarcófago del rey Tutankamón. Uno de los registros gráfi...
Impresiones de un madrigal