Esa tarde, un amigo de Sofía nos había invitado a un refrigerio en su apartamento de Ginebra. Yo debía volar esa noche a Lisboa, ya de regreso a Venezuela. Después de un refrescante Aperot y una suculentas pizzas caseras, decidí que era hora de agradecer la deferencia y enrumbarme al aeropuerto que por cierto, está ubicado en la línea fronteriza con Francia. Sofia me acompaña a la parada de bus No. 6, que según ella, me llevaría directo al terminal aéreo y paga con su pase electrónico. Subo con mi "carry on" y me despido con la emoción que dejan diez inolvidables días de reencuentro familiar. En este punto debo contar que la línea telefónica que había comprado en Portugal funciona perfectamente en toda Europa, menos en Suiza que, al no pertenecer a la Unión Europea, es una verdadera singularidad, pues tampoco acepta el euro como moneda. Al subir al bus, me percato que además, me había quedado sin un solo franco suizo, un detalle menor pues estoy a punto de abandonar el...
Impresiones de un madrigal