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La incertidumbre de la séptima década



En "Tlön, Uqbar, Orbis, Tertus", Borges extrae un frase que siempre me ha parecido perturbadora: "Los espejos como el semen son abominables porque multiplican la presencia de los hombres"

Yo creo que lo abominable de la presencia del hombre reside precisamente en la incertidumbre de su presencia. 

Desde tiempos ya arcaicos decidí sustituir esa estéril incertidumbre por una filosofía bastante más pueril: nuestro único deber es disfrutar lo efímero. A eso he dedicado gran parte de mis esfuerzos como transeúnte en este planeta.

Por ejemplo, 

A esta edad he aprendido que uno de los alcances más loables de cualquier ser humano es la habilidad de reírse de sí mismo; sin inhibiciones y con el corazón abierto  cuando logramos la proeza de hacer el idículo sin proponernos.

Sospecho que en ese momento, todo el intangible tiempo de tu pasado, aquel que privadamente configura tu yo interior, establece una coraza que inhibe, con desparpajo, las preocupaciones por las opiniones foráneas, el temor al juicio ajeno. Es precisamente en esa etapa cuando, las emociones te muestran aquel fresco YO que siempre sospechaste que existía pero que por culpa de esa envoltura de muchas capas llamada cultura (que en ocasiones te enjaula) estaba allí agazapado, esperando el mejor momento para escapar.

Vivir es también comprender estas incongruencias, esas incertidumbres. 

Comienza una de las últimas décadas (bueno, cualquier década será una de las últimas) y estoy consciente que un día vamos a morir, pero parafraseando a Snoopy, "los otros días no...". Y hay que aprovecharlos. 

Mayo, 6 .2023

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