He estado parte del día tratando de restaurar el orden en casa después de algunos estragos que produjo la tormenta al hallar abiertas las ventanas, por descuido mío.
Pasamos buena parte de nuestros días tratando de controlar la tendencia natural al desorden: lavando los platos, recogiendo la ropa, sacudiendo el polvo, organizando papeles.
Con el descubrimiento de la termodinámica, se comprobó que el caos es una tendencia espontánea en el universo y a esa característica le dimos un lindo nombre: ENTROPIA.
Yo he estado pensando en el papel de la entropia en nuestras vidas y en la evolución de las sociedades modernas y creo ver un paralelismo entre el control de la entropia y el denominado desarrollo social. Me explico: las sociedades más desarrolladas de hoy en día parecen ser las que mejor dominio de la entropia tienen. Los gobiernos fallidos imperan en las sociedades más caóticas. Son incapaces de controlar el desorden social, la delincuencia, la corrupción, los servicios públicos.
Cuando imaginamos una sociedad altamente desarrollada, automáticamente la asociamos con la cero tolerancia ante el caos. En ella, las autoridades están organizada para actuar inmediatamente y con eficacia ante cualquier intento de romper las normas establecidas. Los gobiernos locales detectan al momento cualquier defecto en una calzada y está es reparada sin dilación. Cualquier fuga de agua es monitoreda a distancia y solventada al momento. Las políticas públicas están diseñadas más para prevenir el caos y menos para combatirlo.
Hace una semana hubo (de nuevo) un incendio en una desvencijada refinería de PDVSA. El gobierno inmediatamente se lavó las manos, atribuyendo el incidente a un rayo, a un "acto de dios" como dicen los abogados.
Cualquier autoridad de una sociedad más evolucionada habría sonreído con esta respuesta. Hace más de dos siglos se inventaron los pararrayos, un sencillo y barato artefacto que consiste en un cable a tierra desde el punto más alto de cualquier instalación sensible a un incendio.
PDVSA en el pasado era una prestigiosa organización preparada para el control oportuno de la entropia. Era el orgullo de cualquier venezolano.
Pero ante la incompetencia prolongada, la entropia hizo de las suyas y en este momento, ante el caos, al gobierno no le ha quedado otra alternativa que traspasarla subterfugiamente a manos foráneas, más organizadas.
Es la más evidente manifestación del fracaso de un grupo de gobernantes ineptos que permitieron que la entropia se apoderará de un país, produciendo la estampida de una buena parte de sus habitantes.
Restaurar el orden es casi comenzar de cero. Lo bueno es que el retroceso no es irreversible. Pero requiere de dirigentes con un modelo adecuado del universo (y de ciertas nociones de termodinámica).
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