“Y ¿cómo se
conocieron ustedes?” Pregunto el taxista andaluz después de saber que las dos jóvenes
pasajeras, que había recogido en el centro de Madrid, eran originarias de Caracas
y Miami, respectivamente. “Esa es una larga e increíble historia, replico Bella”,
mientras el Uber se dirigía al filo de la medianoche a la hermosa casa de su
madre en las afueras de la capital española.
Mi mamá
siempre cuenta esa historia de cuando, a los veinte años, viajó a Venezuela
invitada por un casi desconocido, agente en ese país de la aerolínea para la
cual ella era recepcionista en su sede de Miami. Fue un viaje arriesgado, pues
el sujeto, casi sin conocerla, le ofreció trabajo en un país ignoto, pero el espíritu
de aventura de mi ingenua madre se impuso al sentido común. Unos días después
aterrizaba en el Aeropuerto De Maiquetía y fascinada por el exótico paisaje
montañoso que la conducía a la caótica Caracas, apenas se percató que las
intenciones de su accidental anfitrión comenzaban a dibujar un escenario un
tanto distinto al que había imaginado.
“Hay una
laguna en esa historia – comenta Sofía, la chica caraqueña – entre ese momento
en que la madre de Bella sube a Caracas con el individuo y el instante en que
aparece mi papá en escena”
Alex, el
padre de Sofía vivía en ese momento en un edificio en el sector Prados del Este
de Caracas y tenía como vecino de pasillo a Said, amigo del personaje que había
invitado a Tessa a Venezuela. La Gringa era una bella chica del típico fenotipo
rubio de ojos azules, ansiosa de abrir sus horizontes más allá del tradicional
entorno familiar de South Carolina, donde siempre había vivido hasta el momento
en que decidió experimentar otras realidades en la variopinta Miami.
“Alex,
conoce a Tessa, la amiga de Mingo”, gritó Said cuando vio pasar a Alex en el
pasillo que conectaba ambos apartamentos. En ese momento, Alex estaba regresando
de una exótica expedición a las cabeceras del Orinoco, dónde había pasado un
par de semanas entre los Yanomami. Said insistió en que Tessa conociera el
curioso apartamento de Alex que en ese momento exhibía algunas artesanías recién
traídas de la aventura amazónica.
“Aquí parece
haber otra laguna” refiere Sofía. Una hora después, la madre de Bella, se
aparece en la puerta de mi padre, un solitario ingeniero electrónico, amante,
en ese momento de los viajes por la selva venezolana.
“May I stay
here with you?” le pregunta Tessa a un sorprendido Alex, cuando aparece en la
puerta con su equipaje.
El aceptar la
inusual solicitud suponía alguna clase de roce con el amigo de Said y nadie
sabe que sucedió a ese respecto, revela Bella.
Lo que si
se sabe es que Alex, aprovechando la Semana Santa de ese año, tenía previsto otro
viaje al Auyantepuy, la enorme montaña de la cual emana el Salto Angel, la
mayor caída de agua del planeta.
Ese mismo
fin de semana Tessa y Alex abordaron una avioneta en Ciudad Bolívar hasta las
cuevas de Kavak en el flanco sur del espectacular tepuy y rozaron con las alas
de la pequeña aeronave, la tenue llovizna en que se convierte la famosa cascada.
Tessa recordaría ese momento toda su vida.
Al
aterrizar, los indios pemones los esperaban para guiarlos, más arriba, hasta la
increíble cueva en cuyo interior cae un torrente de agua desde el flanco
superior del tepuy. Fue en ese trayecto cuando aparece el verdadero
protagonista de esta historia: la Pepa de Zamuro.
“La Pepa de
Zamuro me ha acompañado desde entonces toda mi vida, la cual se transformó para
bien, a partir de ese momento”, le confesaría años después Tessa a Alex, cuando
la magia del internet los conectó de nuevo. “Indeed I remember you, Gringa!” Le
dijo Alex a Tessa, cuando sorprendido, unos cinco años después recibió un email
de la arriesgada mujer, que ya se había convertido en una próspera profesional
del Real Estate mayamero.
En ese
momento, Alex recordó cuando al recoger la voluminosa y dura semilla del
selvático sendero que conduce a la cueva de Kavak, le explicó a Tessa que, en
Venezuela, la Pepa de Zamuro era un amuleto o talismán de buena suerte,
popularizado por el expresidente Luis Herrera Campins, quien siempre llevaba
una en el bolsillo.
Tessa y
Alex se reencuentran de nuevo unos diez años después, pero multiplicados por el
instinto de conservación de la especie. Además de Tessa y Alex, ambos divorciados
(la Pepa de Zamuro no parece funcionar muy bien en cuestiones de pareja), ahora
forman parte del grupo Angélica, Bella, Sofía y Augusto. Tessa recibe a Alex y
sus retoños en su apartamento de Brickell Key, una de las zonas mas sofisticadas
de la vibrante Miami.
Recordaron
el momento en el cual, las vibraciones de las mágicas montañas del sur de
Venezuela se alojaron en la enigmática semilla que apareció en el sendero hacia
Kavak. Nadie sabe si las fuerzas milenarias de Canaima y sus majestuosas
cascadas realizaron el sortilegio de transmitir esa energía al espíritu de la
aventurera Gringa.
Lo
importante es que ella, quien ahora es ciudadana del mundo, así lo cree.
Eso basta.
Gracias, recibo como la sequía a la lluvia tus Guachaacare. Pero esta vez, no sé si será x los efectos desatornillantes en tí, de A, B, C, D y ahora G... amigo sumerio, q debo releer otra y otra vez para entender quién es quien en este singular relato. Zrrrr.
ResponderEliminar"Llanuras Borrascosas" tuve q leerlas con papel y lápiz a lado. Hace milenios Z
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