Hace apenas tres
años, salir del
supermercado con una bolsa de compras significaba ser automáticamente el blanco
de las miradas de cualquier transeúnte. Tu físico o sex appeal quedaba en un
muy segundo plano. Era el contenido de esa bolsa lo que cobraba relevancia. –“¿Todavía queda?!!” , te preguntaban con ojos desorbitados por la
adrenalina si adivinaban en el empaque algún producto desaparecido.
Pero en los
sectores populares la situación era francamente dramática y cruel. Los
compradores desde la alta madrugada se aglomeraban a las puertas de los
establecimientos que pudieran vender algún producto de primera necesidad a
precios regulados. Después una jornada completa a la intemperie, era posible contar
con la fortuna de salir con un par de kilos de arroz o un litro de aceite, después
de superar aglomeraciones interminables que casi siempre terminaban en ruidosas
querellas y viejitos desmayados.
Hoy hemos
casi olvidado esa inolvidable época. Los expendios están repletos de cualquier
producto imaginable. El país se ha llenado de “bodegones” dónde el cordero de
Nueva Zelanda se exhibe al lado de la sección de chocolates suizos y los
comerciantes compiten por el favor de tu bolsillo con ofertas y bambalinas.
¿Qué pasó? Nos
preguntamos todos
Pasó que ahora
más que nunca cobra vigencia aquella máxima que dice “Venezuela nos es más un país,
es un gentío tratando de sobrevivir”.
Y el
espíritu de sobrevivencia le ganó al estado bolchevique, que se quedó arruinado
a causa de su ineptitud y que ahora, en el 2021, ya no controla nada y está enterrado
en su propia putrefacción.
Desde 2013
a la fecha, en un aquelarre de inimaginable torpeza y corrupción, Venezuela
perdió el 80% (¡!) de su PIB, en la debacle económica más impresionante en la
historia del continente. Es como si una familia que en 2014 ganaba 1000
dólares, ahora tiene que sobrevivir con 200, en un país que, pa mas ñapa, tiene
una “inflación” en dólares de al menos 100% al año.
Pasó
entonces, que los pocos recursos que ingresan a través de esa desvencijada
chatarra que es ahora PDVSA, solo alcanzan para amortizar la deuda china y rusa
y para mantener la aristocracia militar, único sostén de la dictadura.
La moneda
nacional desapareció y las pocas agencias bancarias que quedan están llenas de
telarañas. Circula el dólar, la moneda de nuestro principal enemigo, pero al no
tener respaldo institucional, no hay registro de la mayoría de las
transacciones, por lo que el estado tampoco recauda impuestos. Tampoco hay
menudo para el cambio, por lo que al pagar con un billete de, digamos $20, el
vuelto son cambures, caramelos o vales emitidos por los establecimientos.
El salario
de los empleados públicos ronda uno o dos dólares al mes y como se podrán imaginar,
ningún empleado sale a trabajar por ese sueldo, por lo que los servicios
prestados por el estado funcionan sólo gracias al rebusque: si mi internet se dañó,
la única solución es pagarle por debajo de cuerdas al empleado correspondiente,
quien probablemente le desconectará el servicio a otro mortal para dártelo a
ti, que le pagaste $50.
Los
acueductos no funcionan por falta de empleados, pero tembiém por las fallas en
electricidad para el bombeo y deterioro de la distribución, por lo que en todas
las comunidades se observan mujeres y niños deambulando con todo tipo de
recipientes en busca de alguna fuente de quebradas o riachuelos.
Los
hospitales públicos son cascarones destartalados, dónde debes llevar hasta la
silla para sentarte en las interminables esperas.
Venezuela
se quedó sin gobierno. Es un país sin estado.
¿Y.. cómo
sigue funcionando?
La poderosa
iniciativa privada, impulsada por el espíritu de supervivencia y la
inquebrantable ley de oferta y demanda, han hecho el milagro. Venezuela 2021 es
sin duda alguna, el país con el capitalismo más salvaje de Latinoamérica.
Son ahora
los importadores privados los que suplantan al gobierno en el suministro de
alimentos. Son los inversionistas privados los que comienzan a dominar el
negocio de la gasolina, que dejamos de producir localmente. Son las empresas
privadas de telecomunicaciones quienes, paulatinamente, suplantan a CANTV en la
prestación de servicios de datos. Son los propios individuos, los que han
comenzado a suplantar a CORPOELEC en el suministro de energía, con plantas
eléctricas individuales en edificios y negocios.
Pero
también ¡Es la leña la que ha suplantado el gas doméstico en la mayoría de los
hogares pobres! Es una dieta sin proteínas la que suple las necesidades de los
sectores que no pueden ingresar a los supermercados y bodegones. Es el aumento
en la mortalidad general de la población que no puede asistir a una clínica
privada, ni comprar medicinas.
¿Cómo es
posible que un estado fallido pueda sostenerse todavía en estas condiciones?
La nueva
economía, la que alimenta la corrupción militar, parece venir de dos fuentes:
las actividades ilícitas como el narcotráfico y la extracción de oro de la faja
minera, por un lado, y las remesas de más de cuatro millones de la diáspora
venezolana que hoy día envían 3.500.000.000 de dólares al año.
Eso parece
explicar el enorme circulante de la moneda verde. Los alcahuetes rusos, chinos,
turcos e iraníes lo saben. Pero ellos están felices, haciendo negocios y ocupando
los espacios de “imperialismo norteamericano”
¿Habrá un
final feliz? Es muy posible. La pregunta es ¿Para quién?
Muy buen análisis. Un país destruido, un pueblo empobrecido y que trata de sobrevivir como sea! Sobre esa realidad una banda de zánganos capaces de todo
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