Votaré, en primer lugar,
porque volvamos a la verdadera esencia de la democracia: el derecho a disentir,
a opinar sin miedo, a que los medios de expresión vuelvan a ser verdaderamente
libres y no caricaturas incondicionales de un régimen.
Votaré porque la hegemonía
política no sea el norte de ningún proyecto, pues la sola idea es totalmente
ajena a la pluralidad que caracteriza a las democracias más avanzadas.
Votaré por la alternancia y la
diversidad, porque después de diecisiete años de monopolio, el legado es una
asamblea de autómatas que aplauden al unísono cualquier propuesta del ejecutivo
y que oculta los abusos del poder y se hace cómplice de una incontrolable
corrupción.
Votaré por la libertad de
tantos venezolanos luchadores encarcelados, cuyo único delito ha sido el pensar
diferente.
Votaré por erradicar de
nuestro léxico, términos como apátrida, escuálido, pelucón, oligarca y todo
aquello que descalifique a nuestros semejantes. Votaré porque todos volvamos a
ser simplemente venezolanos.
Votaré por el regreso de la
iniciativa individual, único motor efectivo para la generación de riqueza y
productividad. Porque cese el odio y la discriminación hacia los más capaces
que no comulgan con la filosofía política que se ha intentado imponer.
Votaré porque cese el
populismo repartidor de migajas hacia los que no les queda más remedio que
convertirse en esclavos, haciéndoles creer que la única salvación está en el
líder mesiánico y paternalista.
Votaré en contra de una
cúpula militar obscenamente enriquecida a cambio de la fidelidad incondicional
hacia quienes se ven perdidos ante tanta impopularidad.
Votaré contra la mentira,
arma con la cual se ha querido manipular al pueblo humilde haciéndole creer en
enemigos fabricados para tapar la incapacidad y la torpeza.
Y finalmente votaré por el
rencuentro de las familias, de los seres queridos y de tantos afectos separados
por diecisiete años de odio y resentimiento.
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