Hace ya casi un año, cuando estallaron las protestas de
calle alimentadas por un impaciente líder convertido ahora en mártir por la
torpeza de quienes gobiernan, escribimos lo siguiente:
No, presidente.
El problema no es que un grupito de fascistas quiere derrocarte.
El problema es que por lo menos un 50% de la población sabe que mientes y manipulas y que no eres capaz de enfrentar el desastre que heredaste.
No es un grupito. Somos personas que entendemos que engañas a los más débiles con el cuento de la guerra económica.
Que sabemos que la única guerra económica es la generada por la corrupción e incapacidad de tus burócratas y del modelo político anacrónico que apoyas.
Que estamos convencidos de que el origen de la violencia no es la cuarta República sino el discurso de odio hacia los que no piensan como tú.
El problema es que por lo menos un 50% de la población sabe que mientes y manipulas y que no eres capaz de enfrentar el desastre que heredaste.
No es un grupito. Somos personas que entendemos que engañas a los más débiles con el cuento de la guerra económica.
Que sabemos que la única guerra económica es la generada por la corrupción e incapacidad de tus burócratas y del modelo político anacrónico que apoyas.
Que estamos convencidos de que el origen de la violencia no es la cuarta República sino el discurso de odio hacia los que no piensan como tú.
Que sabemos que un país no puede progresar sin producción y que
los medios de producción que han sido tomados por el estado fueron tragados por
la ineficiencia.
Tu no puedes gobernar de espalda a esta realidad.
Tan simple como eso.
A un año de estas
líneas la realidad estalla mostrando su lado más feo y la lógica de los
pesimistas se ha reforzado con un protagonista que no estaba convidado a este
aquelarre: el derrumbe de los precios del petróleo.
¡Huyamos, que esto se
jodió!, dice la lógica. Muchos lo han hecho. Augusto y Sofía sufren el trauma
continuo de sus compañeros de colegio que emigran dejando abiertas las heridas
del desarraigo en los corazones de quienes se quedan pero también de quienes se
van.
Los venezolanos, por
tradición, no somos emigrantes. Siempre albergamos la esperanza de una salida
que no llega y así, hemos estado posponiendo el momento del desarraigo una y
otra vez, mientras nuestra conciencia nos recrimina nuestra cobardía para
cruzar fronteras.
Pero, aunque suene
masoquista, la situación tiene dentro de su dramatismo, una atmósfera de
seducción. Nos sentimos como protagonistas de una película cuyo final no
podemos perdernos. Es un thriller donde los sentimientos son intensos y la
adrenalina inyectada en cada emoción, nos resulta ya adictiva.
En esa película, el
gobierno luce paralizado por el miedo. Miedo a tomar las medidas que saben
inevitables pero que probablemente conducirían a la pérdida del poder. Es una
disyuntiva frecuente en la historia.
Pero la oposición
también tiene miedo. Miedo a repetir errores. Errores que han conducido al
fortalecimiento de su enemigo, quien se ha convertido en un maestro de la
manipulación.
Es como un juego de
ajedrez en el que cualquier torpeza puede significar Jaque Mate. La partida en
este momento luce como si la oposición avasalla con un mayor número de piezas
pero el gobierno exhibe mayor fortaleza en las posiciones de las piezas
importantes. Esa fortaleza está sustentada en un evidente abuso del poder que
detentan y no ocultan su capacidad de intimidación hacia el adversario.
Pero en estos
momentos la situación es diferente a la de febrero de 2014 cuando escribimos las
líneas que introducen estas notas. El porcentaje de población convencido de la
insostenibilidad de la realidad actual ha subido al 80%. Todo parece indicar
que los logros alcanzados en materia social en todos estos años, se derrumban
arrastrados por la erosión que produce la riqueza repartida pero no producida. Así
como por el fracaso de políticas orientadas a la liquidación de la iniciativa
individual, piedra angular de la construcción de las sociedades modernas. Y el
segmento más débil de la población comienza a sentir la fragilidad de los
beneficios otrora recibidos y que ahora se evaporan por el calor avasallante de
la inflación y la escasez.
El esfuerzo del
gobierno por seguir endilgando culpas se parece a esos antibióticos que pierden
su efectividad. El pueblo es cada vez más resistente a la manipulación y la
mentira.
Todos los esfuerzos
deben focalizarse en ganar por paliza las elecciones legislativas a finales de
este año, dice una de las tendencias opositoras.
El país no aguanta
más. La salida es impostergable y debemos forzar la salida del Presidente, dice
otro grupo.
La experiencia nos
enseñó hace un año que si tratas de bajar un aguacate de la mata antes de
tiempo, éste no madurará, aunque lo envuelvas en papel periódico. El aguacate
del entusiasmo por la calle y las protestas masivas parece pasmado. Pero no la
rabia por el abrupto deterioro de la calidad de vida.
El canalizar esta
indignación hacia una salida cierta es la gran jugada que nos conducirá al
fracaso o al jaque mate del adversario. Pareciera que nos acercamos al momento
del movimiento final.
¿Quién se atreverá a
realizar esa última movida?
UA-51345692-1
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