La Fiesta de Graduación


Nota: Este texto es mas bien una carta personal enviada a los apreciados padres de los compañeros de Augusto, pero tuvo una inesperada receptividad y la decidi colgar en este espacio


Culmina una etapa emocionante. Se cierra un capítulo en la vida de nuestros muchachos.

Un grupo de abnegadas y escrupulosas madres, cuya dedicación siempre admiraré y agradeceré se ha dado a la tarea de organizar un esplendoroso sarao para festejar un acontecimiento digno de festejar.

En cualquier otro momento de nuestra historia este hecho constituiría un acontecimiento normal en un grupo social con relativa holgura económica. Pero les confieso que tengo días que el fantasma de mi conciencia me tiene dándole vueltas a la almohada y por más que trato de convencerme que todo esto es lógico y que todos merecemos una noche tan linda como esa, no logro liberarme de los espíritus burlones. A ver si me explico:

¿Resulta coherente acudir con nuestros mejores estrenos a un glamoroso local repletos de los mejores condumios, a campanear el mejor escocés frente a nuestros hijos mientras a nuestro alrededor millones de personas pasan hambre en la crisis económica mas espantosa de nuestra historia?

Después que hemos organizado múltiples seminarios para hacerles ver a nuestros graduandos que la solidaridad y el compromiso social resulta uno de nuestros grandes valores, sobre todo en una catástrofe como la actual, ¿tiene sentido ser partícipe de un mensaje contradictorio, mientras millones de niños dejan de ir en estos momentos a sus escuelas por hambre y enfermedades desatendidas?

Porque, déjenme decirles: con los que vamos a gastar en una noche tan linda como esa, perfectamente hubiéramos podido importar a precios internacionales, unos 11.000 litros de leche y calmar la desesperación de unos cuantos hogares necesitados

¿No hubiera sido lindo celebrar nuestra fiesta de graduación en un local igualmente lindo y glamoroso como, por ejemplo el Hospital de Niños de Caracas, donde nuestros graduandos ayudaran a descargar un camión repleto de fórmulas infantiles, rodeados de payasos y golosinas, y al final brindáramos todos por el futuro de nuestra maltratada patria con un papelón con limón?

¿No hubiera sido algo así un hermoso regalo para nuestros hijos?

Perdónenme (de verdad) la utopía. Si me culpan de aguafiestas no los culparía para nada.

Me doy cuenta que este escrito es más bien una catarsis personal ante tanto dolor y que por lo tanto no deben hacerme mucho caso.

Como siempre, mi raciocinio resulta un inquilino fastidioso con el que he tenido que lidiar a capa y espada en momentos como este.

Y esto tenía que escribirlo. Esto o algo parecido.


Comentarios

Entradas populares