No quiero ir al cielo



En primer lugar, no me creo merecedor a ese privilegio reservado a los mortales que han confesado sus pecados y se han arrepentido de ellos. Yo, definitivamente, estoy muy conforme con los míos y pienso llevarlos como recuerdos en mi última mochila. Además, si mal no recuerdo, no he pisado una iglesia con fines espirituales desde mi bautizo, promovido por mi abuela Abigail quien insistió en que debía ser librado del pecado original, el cual conservo, pues sospecho que el agua bendita que uso el cura era en realidad agua del grifo. 

Sinembargo, las razones para negarme a ir a ese lugar tienen que ver con una serie de dudas que nadie me ha sabido explicar, ni siquiera el padre Felipe, gran devoto y amigo mío. 

Por ejemplo: al llegar al cielo, ¿llegaré en las mismas condiciones en las que fallecí? Me refiero, con la misma edad y las mismas dolencias?

Si es así, no me interesa. A quien le podría interesar disfrutar de una vida eterna todo tullido y mascando el agua?

Y sin imaginar como encontraré allí, por ejemplo a mi amigo el coronel Boada, quien (en paz descanse) murió destrozado en decenas de pedacitos cuando le estalló accidentalmente una granada en sus manos en un ejercicio militar. 

¿De que edad encontraría a mi padre, quien murió con todos los achaques de un viejito de 93 años?

Me encontraré allí también a Hugo Rafael? O será que él está en las candentes instalaciones de más abajo, donde gobierna otro tipo de régimen?

Tendré que toparme con Trump, que seguramente habrá impuesto aranceles a los productos celestiales?

Algunos se han atrevido a asegurar que en el cielo todo seremos más bien unos seres inasibles, especie de fantasmas errantes felices, sin cuerpo ni vestuario, flotando por allí, por secula seculorum. 

Que horror! Que fastidio! Eso significa que no comeremos más? O sea, que nunca más probaremos una punta de trasero, ni una reina pepiada o una tableta de chocolate?

No volveremos a hacer el amor, ni disfrutar de un día soleado de playa con una cervecita en la mano?

Porque no me vengan a decir que seremos felices sin ninguno de los grandes placeres que nos ha deparado esta licenciosa vida de mortales. 

El único atractivo que le veo a la prometida vida eterna es la de conocer seres interesantes del pasado. Porque me imagino que allí me encontraré a personajes como Isaac Newton o a mi tocayo Alejandro Magno. Aunque..ya va! ¿Existía el cielo en tiempos de Alejandro de Macedonia, 300 años antes de la muerte de Cristo? Porque, si no estoy pelado, el cielo es una invención de las religiones judeocristianas, quienes inauguraron ese sitio feliz para quienes cumplan las instrucciones de sus libros sagrados. 

Entonces, ¿como es la cosa? Ya existía el cielo cuando vivían los dinosaurios sobre la tierra?

A quienes albergaba? Habrá, por ejemplo algún neardental? O solo es un club reservado a los homo sapiens?

Existen animales en el cielo?

Como ven, son muchas preguntas pero ningun folleto, página web o cuenta de instagram que describa ese lugar. 

Y ya yo me acostumbré a investigar minuciosamente mis destinos antes de viajar, pues no me gusta viajar a ciegas. 

Gracias, de todos modos!



Comentarios

Entradas populares