Infierno y Paraíso
Los medios registran el reciente caso de un pastor
evangélico en Kentucky, quien en un rito en su iglesia con una serpiente
venenosa, fue mordido por ella pero se negó a recibir asistencia médica aduciendo
que se sometía al saneamiento divino.
Por supuesto el buen hombre falleció a las pocas horas.
Por supuesto el buen hombre falleció a las pocas horas.
Realmente, más que el veneno de la víbora, a nuestro
personaje lo mató su modelo del mundo.
La toma de decisiones es un proceso continuo que nos puede
conducir al Paraíso o al Infierno, según sea la información que dispongamos en un
cierto momento. Y ese cúmulo de información está condicionado fundamentalmente
por el modelo del mundo que nos rodea. Entre más amplio, tolerante y vasto sea
nuestro archivo de información, mayor probabilidad tenemos de contar con un modelo
de la vida acertado, dentro de lo posible.
De cualquier manera, la experiencia y la historia demuestra
que las mejores decisiones son tomadas por la gente informada y sin criterios
dogmáticos, capaz de analizar con propiedad y tolerancia las ventajas y
desventajas de las opciones instantáneas a las que la vida nos pone a prueba.
Hace diecisiete años un país entero fue dramáticamente
influenciado por un pastor que nos prometía el Paraíso con un discurso edulcorado,
seductor y justiciero. Probablemente si hubiéramos tenido ciudadanos bien
informados, éstos hubieran sabido que la escasez, las colas, el denominado “bachaqueo”
y la distorsión monetaria eran fenómenos típicos de las sociedades
de Europa del Este a las que les impusieron ofertas similares, y que colapsaron estruendosamente
a partir de 1989.
El derrumbe ocurrió cuando todos se dieron cuenta que el
prometido Paraíso no existía
.
En este momento un errado modelo del mundo nos ha conducido
al Infierno y los que nos prometieron el Paraíso no quieren o pueden admitir
que el mismo no es es alcanzable por la vía emprendida.
¿Moriremos todos por nuestras erradas decisiones, como el primer
pastor de nuestra historia?
Pienso que todavía estamos a tiempo de llamar a la ambulancia,
pero para ello las grandes mayorías deben estar convencidas de lo peligroso que
resulta seguir a pastores mesiánicos y que como pueblo estamos obligados a
aprender de nuestros propios errores y reeditar el modelo del mundo que nos rodea.
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